La magia de Lupiana

La boda de Elisa y Luis estuvo llena de sorpresas. En primer lugar, ambos son personas con un fuerte carácter – muchísimo más de lo que pude intuir en su preboda; me temo que deberé pasar la ITV a mi olfato. De ahí que toda la ceremonia tuviera eso: carácter por todos lados. Un día lleno de personajes, situaciones, expresiones y emociones vivas e intensas, no aptas para estómagos delicados. Pero la palma de las sorpresas -en mi humilde opinión- se la llevó el lugar: el monasterio de San Bartolomé de Lupiana no deja indiferente a nadie. En su iglesia abandonada unos majestuosos árboles han sustituido a las columnas de piedra y un verde rabioso ocupa el lugar de los confesionarios de antaño. A la cúpula celestial (literal) se le unió una ceremonia carente de micrófonos, con un cuarteto de voces que cantaban como los ángeles. Voces limpias y humanas, cercanas. Las de todos los que hablaron. El resultado fue mágico. Nunca he vivido una ceremonia con tanto encanto, tanta fuerza, tanta autenticidad. Brutal.

El claustro (reconstruido) ya era otra cosa. Las sensaciones no variaban mucho de los cientos de bellos claustros repartidos por España. Acogedor y hermoso, pero yo me quedo con esa iglesia cuya sacralización ha sido reconquistada por una naturaleza que la dota de más fuerza aún de lo que se intuye fue un pasado de poderío monacal, pero hecho por el hombre. Suena un pelín fuerte, pero en esa iglesia está Dios, aunque la ceremonia fuera civil. Ironías de la vida – la magia no sabe de credos.

El resto del poderío lo pusieron los amigos, familiares, padres y demás gente querida que lo festejaron con ahínco junto con unos novios que, tal y como se dijo en la propia ceremonia, se quieren y se pelean como nadie. La vida, vivida intensamente.

Próxima parada: la boda de Laura y Daniel, que me están esperando como agua de mayo.

banda sonora: secret garden – once in a red moon