La fortaleza de Patricia y Alberto

Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, una vez un pintor de emociones pudo plasmar el amor de dos amantes en tan solo 60 minutos.

– Pintar el amor no es fácil, mi Señor -se quejaba el artesano-, y ha llegado a mis oídos que los pintores no somos del agrado de su amada…

– Eso no es del todo cierto, maese -replicó el Caballero-, lo que ocurre es que mi dama y futura esposa, Dios mediante, guarda su amor para mí, puesto que es mujer de recato, virtud y bondad, lejos de la frivolidad dominante en nuestro Reino.

– Ruego a su Excelencia tenga la bondad en asistirme en aquesta encomienda, tal es que las alabanzas al amor que he plasmado anteriormente no son sino con gran esfuerzo, tiempo y esmero que brotan de mi humilde pincel.

Y así fue como aquel pintor se enfrentó a su cruel destino, temeroso de que la mínima reputación adquirida hasta el momento se esfumara en un breve aleteo de mariposa, en apenas lo que dura una misa.

Alberto, ilustre caballero de la muy noble ciudad de Ávila, venía precedido por una reputación de fortaleza, bondad, destreza en el don de gentes y una alta sabiduría de las Leyes del Reino. Decían que su corazón era aún más grande que su presencia física, la cual era ya de por sí importante. ”Un hombre así de decidido es lo que necesito para tener éxito en esta chanza del destino”, pensó el artista. Patricia, la doncella, hablaba poco. Su esbelta y delgada figura transmitía una engañosa sensación de fragilidad. Engañosa, ciertamente, puesto que cuando el pintor la miró a los ojos, pudo vislumbrar un muy caudaloso torrente de emociones no “soterradas”, sino guardadas para su Señor, como la fresca brisa que espera pacientemente la caída del sol para besar la hierba. La sesión comenzó, no sin ciertos lamentos por parte de la dama quien, no obstante, se dejó llevar prestamente por la mano de Alberto. Los minutos galopaban raudos hacia el inexorable fin de la audiencia concedida, pero la doncella no tardó en abrir sus alas con gracia, sin prisa, para revolotear por los campos castellanos al lado de su amado. Al poco tiempo, aquella supuesta fragilidad se esfumó, y el pintor pudo presenciar ante sus ojos el más bello baile de sentimientos que hubiera visto jamás en tan corto plazo de tiempo – dos almas que eran una desde antes de que el tiempo fuese tiempo, sabiéndose dos piezas de la misma nuez, sin cuyo apoyo mutuo nada sería posible.

Y así fue que el pintor pudo pintar el amor en tan solo 60 escasos minutos. Y mientras volvía a su hogar en la no-tan noble villa y corte de Madrid, se deleitó recordando lo suave, y fuerte, y profundo, y ligero que puede ser el amor correspondido.

Y en el día del enlace entre Lady Patricia y Don Alberto, sus cuadros lucieron con orgullo no el amor entre ambos, sino la fortaleza interior con la que ambos, libres, caminaron el camino de sus vidas unidos por siempre jamás.

Y cuenta la leyenda que Lady Patricia, en el fondo, disfrutó.

Y desde aquel día, la melodía de aquella tarde acompañó al pintor para siempre, para recordarle que el amor verdadero no solo existe, sino que es la mismísima argamasa que une todas las tierras…

Y el pintor, fue muy feliz.

banda sonora: secret garden – awakening