Y sí: ¿quién dijo que las bodas tenían que ser una algarabía de emociones exacerbadas, como si las fueran a prohibir al alba siguiente?
La boda de Marta y Pablo (y Lucía) fue tan agradable y tranquila como la preboda que os conté hace un par de días. Volví a mi querida Encinasola y pasamos una maravillosa velada, sin grandes contratiempos ni grandes sorpresas; simplemente, fue una boda apacible y feliz. ¡Menudo regalo! La niña revoloteando serenamente durante la ceremonia, esparciendo por doquier su aura de niña índigo. Los invitados disfrutando de sus charlas, con sonrisas sinceras en sus rostros y bailes esporádicos cuando apetecía. Los novios, dejándose llevar por la suave marea de su vida. Y yo, repitiendo banda sonora porque ésta ya es suya.
Normalidad, bendito tesoro.
Disfrutad.
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Esta es una boda que satisface a todos. En todas las miradas, padres (ya suegros), hermanos (ya cuñados), pareja (ya eran familia) se nota la fluidez de la relación y la felicidad por el contrato. Bendita normalidad cuando la normalidad significa eso.
Muchas felicidades a la familia. Después, a trabajar, porque ya sabemos que una gran parte de la felicidad en familia es el trabajo diario para seguir teniéndola.
🙂
Me encantan Luis !!! Y más por ver la ubicación donde estan hechas, en Encinasola !!! Quedan genial !!!
Y sí, Susana: tú lo vivirás… ;D